17 Mar Xurxo Mariño: “Gracias al lenguaje hemos creado una cultura y una tecnología que nos permiten ser una especie dominante”
Sobre Xurxo Mariño (Lugo, 1969) no puedo escribir una nota biográfica neutra, dado que fue uno de los profesores y divulgadores científicos que me incitó a tener una mayor curiosidad por la ciencia y a mantener vivo este blog. Recientemente leí su libro La conquista del lenguaje: Una mirada a la evolución de la mente simbólica (2020), que me llevó a conocer algunas preguntas y posibles explicaciones al origen del lenguaje, a la razón por la que ahora puedes leer esta entrevista, que no es otra cosa que un implante mental de lo que pasó por mi cerebro (y también el de Xurxo) previamente.
Biólogo y Doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad de Santiago de Compostela (1998), Mariño es profesor del Departamento de Medicina de la Universidade da Coruña (en la actualidad en excedencia). También es miembro de la Sección de Ciencia, Naturaleza y Sociedad del Consello da Cultura Galega. Especializado en neurofisiología, forma parte del grupo de investigación Neurocom de la UDC, así como de varias sociedades científicas estatales e internacionales. Ha publicado trabajos de investigación en revistas especializadas y colaborado con el Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde desarrolló sus investigaciones de postdoctorado. Entre sus innumerables reconocimientos, que no caben aquí todos, en 2011 recibió el Premio Especial del Jurado del “I Certamen FECYT de Comunicación Científica” y en 2014 el Premio Tesla de Divulgación.
En esta entrevista conversamos sobre algunas de las ideas que aborda en su último libro: desde la formación del lenguaje, la autoconsciencia o los próximos cambios que nos transformarán como especie.
¿Se puede asegurar, sin temor a equivocarse, que sin lenguaje ninguna ciencia hubiera sido posible, al menos la ciencia tal y como la conocemos ahora?
No creo que haya ningún otro animal que tenga algo que se pueda llamar ciencia, porque la ciencia es una interpretación que hacemos los seres humanos sobre la estructura y el funcionamiento de la naturaleza y del universo. Y para hacer esa interpretación hay que realizar una reflexión interna, compleja, que no veo que pueda ser posible sin lenguaje. Precisamente esa es su misión primigenia, la de articular el pensamiento. La función de comunicación es secundaria. De hecho, la mayoría de los lingüistas, hasta lo que tengo entendido, lo ven así.
Conocemos el mundo gracias al lenguaje, por lo que a la vez supone una limitación
Además, la epistemología (el estudio de nuestra capacidad de conocimiento) da por sentado que accedemos al conocimiento del mundo a través del lenguaje. Y esto es importante destacarlo, dado que se trata de una limitación al conocimiento, pues supone que entre el mundo exterior y nuestro encéfalo se interpone el lenguaje. Nuestra mente no tiene acceso directo al mundo. Por tanto, la respuesta a la pregunta, desde el punto de vista de la ciencia y la epistemología, es que primero es el lenguaje y después el conocimiento científico.
Una de las cuestiones más fascinantes del lenguaje y que comentas en tu libro es precisamente el concepto de “desplazamiento”. En cierto sentido, el lenguaje es una forma de romper la barrera del tiempo y el espacio, ¿no?
Por supuesto. De hecho, cuando lees un libro escrito hace 200 años estás metiéndote automáticamente en la mente de esa persona. Es un viaje instantáneo. Si ahora lees El origen de las especies, de Charles Darwin, estás accediendo a lo que pasaba por su cabeza hace más de 150 años. Estás viajando en el tiempo y en el espacio, pues te transportas a una casa en el sur de Londres. En un ensayo bastante popular, El infinito en un junco, de Irene Vallejo, uno de sus capítulos profundiza precisamente en cómo el lenguaje es una máquina de viajar en el espacio y en el tiempo. Y, para hacer eso, necesitamos la capacidad de pensamiento simbólico porque una de sus esencias y raíces es el desplazamiento, que nos permite la posibilidad de meter ideas en la cabeza que no están ocurriendo delante de nosotros.
Un equipo de investigadores españoles de la Cátedra de Otoacústica Evolutiva y Paleoantropología de HM Hospitales y la Universidad de Alcalá (UAH), acaba de publicar en la revista Nature Ecology & Evolution las primeras evidencias paleontológicas claras de la existencia de lenguaje fuera de nuestra especie, concretamente en los neandertales. Sin embargo, no estás de acuerdo con que se pueda inferir que existe lenguaje a partir de las capacidades orales o auditivas. ¿Por qué?
En ese estudio, las conclusiones son bastante cautas, pero lo que se publicó en los medios de comunicación no tiene ni pies ni cabeza. Conversé con uno de los autores de la investigación y leí una síntesis para saber si había algo más de lo que ya conocía. En el trabajo se señala que el sistema auditivo de los neandertales está en principio preparado para recibir sonidos y para percibir un habla como la que usamos nosotros. Sin embargo, lo que se transmite a los medios es que es como una prueba contundente de la existencia del lenguaje en los neandertales. Y es que el lenguaje no es una cosa, sino un conjunto de características que van evolucionando cada una por su cuenta.
No hay una cosa que vaya modificándose dentro de la estructura de un organismo ni de un humano, lo que se produce es la evolución de la capacidad de sintaxis, del pensamiento simbólico (que está ligado al desplazamiento), así como la evolución de las capacidad de exteriorización, que implica tanto la generación de sonidos (lenguaje oral) como su percepción. Y, a todo esto, hay que sumar la evolución cultural, que va en paralelo. También la evolución del desarrollo ontogenético, es decir, el que ocurre desde la concepción hasta la formación de un individuo adulto. Por tanto, para que emerja el lenguaje, es necesario que se produzca una especie de amalgamación o síntesis de todos esos elementos.
Otra de las ideas que consideras, de forma implícita, que debemos desterrar es el hecho de pensar que nuestra especie está más evolucionada que otras, sino que es diferente. Y el lenguaje sería probablemente la “gran diferencia”, ¿no?
Son dos cosas distintas. La evolución no significa progreso, sino cambio. De hecho, hay especies que han sufrido una suerte de degeneración. Tendemos a pensar que el proceso evolutivo es siempre un trayecto hacia más complejidad y hacia algo más elaborado. La evolución es un cambio para funcionar bien. Todos los seres que estamos vivos ahora mismo hemos pasado por un filtro de 3.500 millones de años de evolución, absolutamente todos. Así que compartimos una misma cantidad de trayectoria evolutiva. Una bacteria, de los muchos millones o billones que hay, está perfectamente adaptada para sobrevivir, precisamente por eso está ahí. No está menos evolucionada que un ser humano, sino que es distinta.
La evolución no es una propiedad, sino un proceso. No tiene sentido decir que una planta está menos evolucionada que otro organismo. Somos el resultado de una historia evolutiva. Una garrapata está muy bien adaptada a saltar sobre otro organismo y chuparle la sangre. Eso nosotros no sabemos hacerlo o no lo hacemos bien.
La evolución no es una propiedad, sino un proceso. No tiene sentido decir que una planta está menos evolucionada que una persona
Pero, por otra parte, una cosa está clara y es que el ser humano moderno, el Homo sapiens, es una especie que tiene una capacidad extraordinaria para modificar el medio. Gracias al lenguaje hemos creado sociedades complejas, hemos desarrollado una cultura que ha dado lugar a una tecnología y a una capacidad de intervención y modificación abrumadora del entorno y, en ese sentido, somos una especie completamente dominante y, si nos da la gana de destruir un pedazo de continente, lo destruimos. Independientemente de que un virus pueda acabar con nosotros, podemos tomar decisiones de manera voluntaria para modificar los ecosistemas o los equilibrios biológicos, algo que no pueden hacer los otros animales o seres vivos.
También señalas que, a pesar de formar parte del reino animal, podríamos entrar en una nueva categoría, la de “seres parlantes”, precisamente incidiendo en esa diferenciación que nos aporta el lenguaje. ¿Crees que, debido al lenguaje, ya hemos dejado de pensar que somos animales y, por tanto, nos cuesta tanto entender que hay factores naturales (cada vez menos) que todavía inciden en nuestra supervivencia como especie?
Actualmente, en nuestra especie, hay un dominio de la evolución cultural sobre la biológica, aunque ambas siguen funcionando. Continuamos estando sometidos a modificaciones biológicas. Hay ejemplos recientes, como la tolerancia o intolerancia a la lactosa. No hay ninguna duda de que la cultura que ha generado el ser humano es absolutamente fundamental para la formación de las sociedades actuales. Somos eminentemente culturales, por lo que es comprensible que no nos paremos a pensar que somos un animal más. La cultura incide en nuestra biología y un ejemplo es que los avances en medicina permiten que muchas personas que, en otras circunstancias no habrían vivido muchos años, ahora están vivas. En este caso, la cultura modifica en cierta medida el funcionamiento natural o normal de la evolución. Tenemos una cierta capacidad de tomar decisiones que alteran el curso normal de la evolución.
En su testimonio vital emitido en Netflix, David Attenborough señala que somos una especie que se ha desprendido de las ataduras del entorno. Que nuestro devenir parece no depender del de la Tierra. Sin embargo, todavía no podemos prescindir de ella. ¿Crees que conseguiremos lograr el desarrollo tecnológico necesario antes de que el planeta nos diga: hasta aquí hemos llegado?
Bueno, en primer lugar, quiero señalar que seguimos dependiendo críticamente de la Tierra. Sin ir más lejos, dependemos de los gases que utilizamos en nuestra respiración que, a su vez, dependen de varios ciclos, como el del carbono, el oxígeno o el agua, entre otros. Y precisamente, por el hecho de ser ciclos, implican muchos factores. Existe una relación entre los suelos, los mares, los seres vivos y la atmósfera de la que no podemos prescindir por mucha tecnología que tengamos. Por eso es tan preocupante el hecho de que se desestabilicen estos ciclos. Para fundar una colonia en Marte es necesario que las personas de la ciencia que procuran ese objetivo vivan en un sitio que les permita respirar.
Lo anterior también tiene que ver con el hecho de que nuestro nicho ha dejado de ser biológico para ser cultural. ¿Del 100% de lo que somos, qué porcentaje atribuirías a la cultura y cuál a la genética?
No veo la manera de contestar a esa pregunta. Tampoco creo que sea muy importante saber cuál es el porcentaje, sino que intervienen ambos elementos. Ambos son tremendamente críticos. Un ser humano ya no puede vivir sin la cultura. Hemos desarrollado a lo largo de muchas generaciones una forma de vida que se sustenta en un conocimiento cultural. Necesitamos la cultura pero también que funcione nuestro organismo y eso es genética. Te diría un reparto de porcentajes de 50%-50%.
El antropólogo británico Robin Dunbar indica que, pese a la complejidad de nuestro lenguaje y su evolución en los últimos miles de años, el tamaño del grupo natural de personas que puede manejar nuestro cerebro sigue siendo de unas 150 personas. Sin embargo, nos empeñamos en socializar vía redes sociales con muchos cientos más, incluso miles. ¿Estamos ante algún posible cambio en las relaciones sociales? ¿Cómo afectará la era digital a nuestra socialización y evolución?
Nuestras capacidades cognitivas permiten que tengamos un grupo de unas 150 personas allegadas, pues no somos capaces de manejar un número superior por razones de memoria. Sin embargo, dado que ahora tenemos capacidad de almacenar información en muchos soportes, existe la posibilidad de interacción con una comunidad mayor. Pero, según todas las investigaciones nuevas y las actualizaciones al trabajo de Dunbar a las que he accedido, 150 personas es lo que nuestra memoria y nuestro sistema nervioso son capaces de soportar. Y se ha visto que muchos de los pueblos que hasta hace poco eran cazadores-recolectores tenían ese número de referencia o que algunas de las unidades militares romanas también manejaban esa cifra. Parece un número bastante universal.
Hablas también de la autoconsciencia y de cómo la socialización es tan necesaria para que sea posible, como el caso de Helen Keller. En este punto, me surge la duda de si la autoconsciencia es uno de los motivos por los que evitamos la muerte. Ese temor a dejar de saber quiénes somos y qué lugar ocupamos en nuestro entorno.
Más que evitar la muerte, la autoconsciencia nos permite tener conocimiento de que somos temporales. Un ser que no tenga autoconsciencia no es capaz de darse cuenta de eso. De hecho, en toda la discusión que hay en torno a los neandertales y que mencionamos antes, una de las razones por las que se considera que tenían unas capacidades cognitivas muy similares a las nuestras reside en el hecho de que realizaban enterramientos. Aunque no existe un acuerdo en si eran rituales por la consciencia de la muerte o para evitar que los depredadores encontraran los cadáveres.
Desde el protolenguaje hasta la Voyager (o la Perserverance) han cambiado muchas cosas. ¿Cuál consideras que será el próximo gran reto cultural o tecnológico que nos cambiará como especie?
No me gusta jugar a predecir cosas pero, si va a haber algo que nos cambie como especie, tengo claro que será cultural, no biológico. Y uno de esos cambios puede ser la tendencia a convertirnos en cíborgs, una mezcla de máquina y humanos. Porque se están desarrollando poco a poco implantes y tecnologías que se imbrican con el ser humano. Por ejemplo, un implante coclear, que es una mezcla de sistemas de computación avanzados con un sistema biológico. También se están desarrollando implantes tanto para estimular neuronas como para recibir información de ellas; o el desarrollo de retinas artificiales. Ahí sí habrá cambios.
Supongo que la frontera más interesante la constituyen las tecnologías que se imbrican en nuestro cuerpo. Pero algo que sí crecerá de forma exponencial es toda la forma de relacionarnos con dispositivos electrónicos. Eso va a convertirse en algo natural, el poder interactuar con cualquier dispositivo desde cualquier parte. Y eso hay que unirlo a los implantes en nuestro cuerpo. En un futuro nos podremos convertir en cíborgs de una manera impensable.
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