01 Dic Una revolución pendiente: aprender a aprender la ciencia
Bill Gates está considerado el hombre más rico de las últimas décadas y es una de las personas que ha universalizado el uso de los ordenadores personales. No terminó sus estudios. Steve Jobs, fundador de Apple, la segunda compañía más valiosa del mundo y pionera en la expansión de los smartphones. Solo duró seis meses en la universidad. Dos nombres para la historia de la ciencia y la tecnología, pero que no se lo deben a la educación formal.
Es cierto, son dos casos y eso no significa que la educación formal no sirva. Sirve, y mucho. Y debe continuar con su labor. Elon Musk, fundador de Tesla, tiene dos licenciaturas, que la han servido para poner los recursos empresariales al servicio de la ciencia. Pero sus ideas revolucionarias e inéditas, como las de los otros dos protagonistas, nos recuerda a algo: lo que en su día ya apuntaba Albert Einstein: la imaginación es más importante que el conocimiento.
Entrenar a la gente a que piense
Y Neil de Grasse viene a darle la razón en este vídeo: somos seres curiosos y eso no se puede silenciar, no se debe limitar. La educación, formal e informal, debe cumplir y complementar esas función social de la ciencia, la de entrenar a la gente para que piense, para que aprenda a aprender. Ya lo apuntaba el periodista científico Manuel Calvo Hernando, para quien la divulgación debe complementar ese retraso de la educación formal en relación con el progreso de la ciencia. De hecho, en la formación reglada solo aprendemos el 5% de nuestro conocimiento sobre ciencia. Lo demás está en lo que absorbemos a lo largo de nuestra vida.
No puedo estar más de acuerdo con él. Al comparar mi aprendizaje formal e informal considero que ambos son necesarios, pero a día de hoy creo que la escuela o la universidad avanza a un ritmo inferior al que progresa no solo el conocimiento científico, sino también la sociedad y el mercado laboral. La base que aporta la educación formal es necesaria pero más crucial es que nos prepare para adaptarnos a lo que vendrá después. A toda la información que vamos a tener que incorporar y asimilar para luego convertir en conocimiento. Poco de lo que hago ahora en mi profesión tiene que ver de forma directa con lo que aprendí en la universidad. Ahora me dedico a gestionar redes sociales casi en exclusiva, aunque las redes sociales no eran parte del temario de mi licenciatura de Periodismo, pese a que sí existían por entonces (un ejemplo más de ese retraso de la educación formal en detectar tendencias).
La dificultad de inculcar la pasión por la ciencia
En esto también coincide Jimmy Wales, fundador de la Wikipedia, que no basa el aprendizaje en el mero hecho de sacarse un título. La educación debe tener una función social superior. No hay más que recordar quiénes se sitúan en lo alto de la lista Forbes o los que están detrás de nuestras comodidades tecnológicas.
De Grasse hace una afirmación (quizás lo más correcto sea denominarla acusación) bastante seria: nos cuesta inculcar a los niños y niñas la pasión por la ciencia (en el caso de las niñas es más grave, ya que su presencia en carreras STEM y, sobre todo, ingenierías, es más reducida que en el género masculino). Se puede deber, como él mismo asegura, a que las élites no entienden bien la ciencia y sus beneficios para la sociedad. A mi parecer, hay, por tanto, un fallo en la política de comunicación científica. Igual el quid de la cuestión es que a la élite no le interese una democratización del conocimiento científico, algo por lo que abogaba públicamente Stephen Hawking.
Ciencia a través de la cultura
La educación informal es clave para despertar y desarrollar el interés durante la infancia, la adolescencia y más allá. Y parte de aspectos muy básicos y que, aparentemente, no parecen ser ciencia. Un caso es la cultura: ¿quién no ha visto E.T. o Jurassic Park? Muchos científicos reconocen a día de hoy la enorme contribución que películas como estas han hecho a la ciencia y a su divulgación entre los más pequeños y no tan pequeños. ¿Qué niña no ha querido ser astronauta después de haber visitado el planetario de la Casa de las Ciencias de A Coruña, por citar una ciudad que me es próxima? No se puede desligar ciencia de cultura si queremos llegar a las raíces de la sociedad y desde edades tempranas. Porque la divulgación y la comunicación científicas no tendrán ningún eco sin una población mínimamente preparada, curiosa y ávida de consumir ciencia.
Ya en edades más avanzadas, y una vez completados los estudios básicos y universitarios, hay herramientas, como los MOOC o cursos masivos de Internet, que a mí me han ayudado mucho. Soy periodista y realicé un curso de banca ética, no porque lo necesitara para mi carrera, pero sí porque me interesaba. Y porque me ayudó a dar un paso de innovación social: cambiar mi banco convencional por uno ético. Es decir, transformar el mundo en el que vivo, que de eso también trata la ciencia (especialmente trata sobre eso).
Análisis crítico desde la infancia
Jimmy Wales destaca que es necesario introducir el análisis crítico desde edades tempranas y creo que ahora es más importante que nunca, ahora que confundimos información con conocimiento, en esta era de sobresaturación informativa.
Ese análisis crítico es clave para empoderar a la gente y debe ser una función social de la divulgación científica a instaurar desde la educación formal.
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