01 May Energía en España: más renovables, pero la misma dependencia
La energía es un sector estratégico en la economía de cualquier país. Su producción y distribución afecta a todos los sectores. Es un elemento transversal y un motor para crear riqueza. Sin embargo, en España su aportación no ha sido tan positiva como en otros países, sobre todo debido a la escasez de recursos energéticos. Nuestro territorio no cuenta con suficientes reservas de combustibles fósiles, como el petróleo o el gas, que son las fuentes de energía primaria que más han contribuido a la producción nacional. Y el carbón ha mermado muchísimo sus existencias tras décadas de explotación intensiva.
El déficit energético y la elevada dependencia española (un 74% según los datos del Ministerio de Transición Energética, casi veinte puntos porcentuales superior a la media europea), lastran la eficiencia de la economía que, cada vez más, procura fuentes sustitutivas, como las renovables, que van ganando cuota año tras año. Antes de entrar más en detalle cómo es la producción y el consumo energético en nuestro país, vamos a echar un vistazo a la situación que ocupa España en el mundo.
La diplomacia energética
De vez en cuanto, los medios de comunicación difunden noticias sobre pequeñas crisis diplomáticas surgidas de las tuberías del sector energético. Crisis derivadas de la importante dependencia energética de Rusia por parte de muchos países europeos, entre ellos locomotoras como Alemania (el torno al 40% del gas que importa es ruso).
Esta delicada situación (por afectar a un sector estratégico), que retrata Antonio Sánchez Andrés en su publicación La dependencia energética europea de Rusia (2008), pone de relieve que ser un país rico y poderoso no solo está vinculado con el tamaño del Producto Interior Bruto (PIB) por habitante o la potencia exportadora. La energía es un factor muy relevante. Y parece serlo cada vez más, sobre todo ante el final de los hidrocarburos de gran calidad y baratos, cuyo pico de Hubbert parece que ya superamos hace tiempo o estamos a punto de dejarlo atrás.
Precisamente Rusia es reconocida como una superpotencia energética. No en vano posee las mayores reservas de gas natural, la segunda mayor reserva de carbón y el octavo lugar en reservas de petróleo del planeta. A ella se suma Arabia Saudí, un gigante en producción petrolífera, si bien se considera que Venezuela tiene mayores reservas que el país árabe, pero una menor capacidad para explotarlas y ponerlas en el mercado, además de un menor poder de negociación.
Hay otras superpotencias en disputa, como Canadá, Irán y Estados Unidos. En los últimos años, Washington quiere hacer valer su posición líder gracias a la exploración y explotación de hidrocarburos no convencionales. Pero los expertos (citar libro) consideran que no es sostenible una producción masiva de petróleo o gas no convencional, pues requiere de grandes inversiones y un mayor impacto medioambiental para producir energía de menor calidad y más costosa para la ciudadanía.
¿Cómo está España en el contexto global?
Dicho esto. ¿Qué posición ocupa España? Según el ranking de producción eléctrica elaborado por The World Factbook de la CIA, nuestro país es el 17º productor mundial (datos de 2016), justo detrás de Turquía y por delante de Taiwán. En el ranking de consumidores, sin embargo, escalamos posiciones, hasta el puesto 15º, por delante de Taiwán y justo detrás de México. Una primera lectura evidencia que hay un ligero déficit energético, pues consumimos más de lo que producimos, exactamente unos 8.000 Gwh de más en 2018, según los datos de Red Eléctrica de España (REE).
No obstante, la valoración de la posición energética española se puede valorar teniendo en cuenta otros factores de análisis. Taiwán es un país con la mitad de habitantes que España, pero produce y consume casi lo mismo, aunque con superávit de producción. Por su parte, México, pese a triplicar la población española, tiene una producción un 17% superior y consume solo un 7% más. España consume energía como un país desarrollado, pero su producción está lejos de las grandes economías mundiales, así como su pobre autosuficiencia energética, como en breve veremos.
La mayor fuente energética en España
Nos adentramos ahora en la estructura energética española. Antes de nada, cabe diferenciar varios conceptos. En las fuentes oficiales encontrarás numerosos informes y estadísticas que hacen referencia a múltiples denominaciones, lo cual puede provocar un cierto caos y confusión a la hora de interpretar cuánta energía produce y consumimos en nuestro país.
Por un lado, hay que saber que la energía primaria es la que está disponible en la naturaleza antes de ser convertida o transformada, desde los hidrocarburos (que importamos en su inmensa mayoría) hasta el viento que mueve las aspas de los aerogeneradores. Sin embargo, la energía final, es la que va destinada a usos directos, por ejemplo, en forma de electricidad o calor. La siguiente gráfica muestra cómo la energía primaria se convierte en energía final que, a su vez, se destina a diversos usos energéticos (producción de electricidad, productos petrolíferos, etc.).
Fuentes de energía primaria en España (2017)
Según los datos facilitados por la Secretaría de Energía, la fuente de energía primaria mayoritaria en España sigue siendo el petróleo (44,3%), con un consumo de 57.969 ktep (kilotoneladas equivalentes de petróleo). Le sigue el gas natural, con el 20,9% del total, por lo que estos combustibles fósiles representan el 65,2% de la fuente energética primaria española, que asciende al 75% si se suma el carbón (9,8%). Es decir, la energía primaria mayoritaria procede de fuentes no renovables y de las que España carece de reservas suficientes para garantizar la sostenibilidad. El siguiente gráfico es muy ilustrativo de esa todavía enorme dependencia.
Consumo de energía primaria 1990-2018 / Miteco.
Ahora bien, ¿qué proporción de energía primaria se produce en España? Pues una proporción bastante pequeña, del entorno del 25%. En 2017 la producción interna de energía primaria fue de 33.641 ketp. Cerca de la mitad es generada por la energía nuclear (45%) y la inmensa mayoría de la otra mitad la aportan las nuevas renovables, como la eólica y la solar, y la biomasa, biocarburantes y residuos. En este apartado, que es el que más nos interesaría, porque representa cuál es nuestro grado de autoabastecimiento, apenas hay rastro de los combustibles fósiles. De ahí que sea un aviso sobre la necesidad de modificar el modelo energético español, cuya dependencia es del 74%.
Producción interior de energía primaria (2017)
Una vez transformada esa energía primaria (hay recordar que parte se pierde en el proceso), quedan cerca de 90.000 ktep de energía final, que se pueden destinar a diversos usos energéticos, entre los que la producción de productos petrolíferos es la predominante (53%), utilizada para generar, por ejemplo, gasolina y gasóleo, entre otros. El consumo de electricidad (23%) y gas (16%) son las siguientes fuentes de energía finales con mayor uso en nuestro sistema.
Fuentes de energía final (2017)
Tanto el consumo primario como final de energía muestran que todavía queda mucho recorrido para transformar nuestro sistema en un mix energético más sostenible, que dependa en menor medida de los combustibles fósiles.
Dado que los datos oficiales manejan distintas magnitudes (ktep en datos del Ministerio de Transición Energética y Gwh en REE), para las personas que quieran hacer las equivalencias pueden tomar como referencia que 1 Mwh es 0,086 ktep.
Además, los datos que acabamos de ver son los relativos al ejercicio 2017 que ofrece la Secretaría de Energía, que aportan, desde mi punto de vista, una clara diferenciación entre energía primaria y final. Sin embargo, tanto en el Instituto para la Diversificación y Ahorro en la Energía (IDAE) como en REE hay estadísticas más actualizadas (mensuales, trimestrales y anuales), pero las variaciones, salvo las registradas en el segmento de las energías renovables, no cambian, a grandes rasgos, la fotografía global que acabamos de ver. Es decir, la de la dependencia de los combustibles fósiles.
Grandes cambios en generación desde 1990
Con todo, se han producido cambios en los últimos años, a pesar de que aún son insuficientes para lograr un sistema energético sostenible y de menor impacto medioambiental. A partir de los datos del IDAE, si tomamos como referencia la evolución desde 1990, estos son los hitos más destacables en cuanto a las fuentes de energía primarias:
- La pérdida progresiva de relevancia del carbón como fuente energética primaria, que pasa del 20,2% del total en 1990 al 9,8% en 2017.
- El retroceso, en diez puntos porcentuales, de cuota del petróleo: del 53% al 44% de la fuente energética primaria.
- El gran avance del gas natural, que cuadriplica su aportación, del 5% al 20%, si bien se encuentra en ligero descenso en los últimos años.
- Una evolución casi estable de la energía nuclear (del 14% al 11%).
- Y el hueco abierto por las nuevas energías renovables (es decir, sin incluir la hidráulica, la biomasa, los biocarburos y los residuos renovables), que pasan del 0% al 6%.
En cuanto al consumo de energía final, hay similitudes con la primaria, aunque también algunas diferencias:
- La aportación casi testimonial del carbón, que pasa del 7% al 2% desde 1990.
- La pérdida de cuota de los productos petrolíferos, pero que todavía siguen siendo la fuente de energía final mayoritaria (pasan del 59% al 53%).
- El mayor peso del gas natural (del 8% al 16%).
La electricidad también evoluciona al alza, aunque con menores sobresaltos, si bien el reparto de generación eléctrica también ha experimentado un gran cambio en los últimos años, sobre todo a través de la expansión de las nuevas energías renovables.
Quién es quién en la producción de electricidad
En 2018 (último año con un informe definitivo por parte de REE) se generaron 260.974 Gwh de electricidad en nuestro país. La fuente de energía que más contribuyó fue la nuclear (20,4% del total), seguida de la eólica (19%) y el carbón (14,3%).
Si comparamos estos datos con los de veinte años antes (la máxima retrospectiva que nos permiten los informes de REE), nos encontramos con una generación eléctrica de 168.167 Gwh, un 55% menor. ¿Cómo era el reparto entonces? El carbón se llevaba el 37,7% de la producción, seguido de la nuclear (35,1%) e hidráulica (20,2%). En 1998 todavía no había rastro de renovables como la eólica.
Con estos datos se aprecian notables diferencias, sobre todo el enorme avance de la energía eólica. Además, en 1998 cuatro fuentes de energía aportaban el 100% de la producción eléctrica (las ya citadas más el fuel/gas), mientras que en 2018 la producción estaba mucho más fragmentada entre distintas energías y las renovables representan el 40% de la generación total.
Energías renovables en España
En el avance del informe de 2019, Red Eléctrica destaca que la potencia instalada de origen renovable experimentó un crecimiento del 13,4% con la entrada en funcionamiento de más de 6.500 nuevos MW ‘verdes’. De esta manera, de los 104.810 MW de potencia instalada total a 31 de diciembre de 2019, las energías renovables representan el 50% de la capacidad de generación instalada en España.
Esto supone un enorme salto si lo comparamos con veinte años atrás, como ya vimos antes y supone un avance respecto a hace diez años, cuando las renovables, sumada la hidráulica, representaban el 42% de la potencia instalada. En las siguientes gráfica queda patente esa mayoría de potencia de las renovables y su importante contribución en generación.
Fuente: Ministerio de Transición Energética
En los últimos años su avance se ha producido gracias a la introducción de distintas fuentes, entre las que la eólica es la más relevante, como se puede apreciar en el avance de la franja verde en el siguiente gráfico. Por su parte, otra de las fuentes prometedoras, la solar, que en España tiene unas condiciones ventajosas si se las compara con el resto de países europeos, por la mayor irradiancia del sol (unos 200 watios por metro cuadrado), parece despegar tras años de paralización. En 2019 aumentó un 88,3% su potencia instalada y aporta el 8,2% de la potencia y el 3,5% de la cobertura eléctrica.
Fuente: Ministerio de Transición Energética
La supremacía de la cuota de potencia de las renovables es incuestionable, pero también tiene sus ‘peros‘. La irregularidad de recursos como el viento, el sol y el agua hace que su generación eléctrica no sea tan constante y muestra cómo el peso de la generación de las renovables es proporcionalmente inferior al de otras fuentes. De esta manera, en 2019 el 39% de la generación procedió de renovables, once puntos menos que su cuota de potencia instalada. En la siguiente gráfica vemos cómo el peso de las renovables se mantiene en el entorno del 37% al 40%, con ligeras variaciones, debido a esa falta de regularidad por la disponibilidad de recursos naturales.
Fuente: Ministerio de Transición Energética
Esto no quiere decir que sea un error apostar por las renovables, ni mucho menos. Pero debemos ser conscientes de que entraña ciertas debilidades de suministro al sistema energético nacional, que deben ser suplidas por otras fuentes más regulares.
La nuclear: una importante fuente, pero en retirada
Y precisamente una de esas fuentes es la nuclear. Aunque es una fuente energética muy limpia, está estigmatizada por la amenaza de un posible accidente, como el de Chernóbil en 1986 o Fukushima en 2011, que no solo inutilice la planta, sino su entorno más próximo debido al escape de radiactividad. A lo que hay que sumar la delicada gestión de residuos, que es un recurrente tema de confrontación política y social.
Sin embargo, los datos muestran que es una fuente de energía fiable, pues genera el 22% de la electricidad nacional con menos del 7% de la potencia instalada. Veinte años atrás, mantenía esa regularidad, con el 35% de la generación y el 17% de la potencia.
En España se encuentran en funcionamiento cinco centrales nucleares, situadas en cinco emplazamientos, dos de las cuales disponen de dos reactores cada una (Almaraz y Ascó), por lo que suman 7 reactores de agua ligera. El Gobierno ha pactado con las empresas propietarias de las centrales su cierre definitivo, que se producirá entre 2027 y 2035, lo cual necesitará que una de las fuentes actuales u otra nueva ocupe ese hueco del 20% de generación que dejará libre la nuclear. Una decisión que seguirá transformando la estructura energética española.
Energía más sostenible, pero la misma debilidad
De todos los datos aportados se puede extraer una nota positiva: la del avance espectacular en fuentes de origen renovable en los últimos veinte años, que ya contribuyen con el 40% de la producción eléctrica de todo el país y la mitad de la potencia instalada. Estas fuentes no solo son más limpias que los combustibles fósiles, sino también más sostenibles y reducen la factura derivada de las cuantiosas importaciones de petróleo y gas.
Pero queda mucho por hacer. Del análisis de la estructura energética española se evidencia la que, para mí, es la mayor debilidad de todas: la de nuestro escaso autoabastecimiento energético, en torno al 25%. Nuestras fuentes primarias dependen todavía muchísimo de los combustibles fósiles. Las renovables se van abriendo hueco en la producción primaria interna, pero aún suponen una pequeña parte del total. Y la nuclear, que en los próximos años será desmantelada, supone el 45% de la energía primaria que producimos en nuestro territorio.
El diseño y apuesta por un modelo sostenible no solo velará por la robustez del mix energético, sino también por una autonomía energética que, como se puede comprobar en las disputas del gas entre Europa y Rusia, es un elemento estratégico para una de las mayores economías del mundo, la española.
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