23 Nov La física detrás de nuestro selfie en el espejo en Instagram
No hay más que darse un breve recorrido por redes sociales como Instagram (conocida por ser más visual que otras) para comprobar que la física no solo es cotidiana, sino que nos mola. Los selfies mirándonos en un espejo son un clásico. No podemos evitar mirarnos en uno y, en muchas ocasiones, fotografiar nuestro reflejo. Pero, aparte de lo bien o mal que nos veamos, ¿cuál es la razón de que el espejo nos devuelva una imagen prácticamente idéntica a la original?
Para entender su funcionamiento, primero hay que saber algunas nociones básicas sobre qué es la luz y cómo se desplaza. La luz es un tipo de onda que viaja en línea recta (en el vacío se mueve a la extraordinaria velocidad de casi 300.000 kms por segundo) y que nos permite ver y percibir nuestro entorno. Por ejemplo, la famosa Luna llena -que también es un clásico de Instagram- la podemos observar así de radiante gracias a los rayos (o ondas) de luz del Sol que rebotan en la superficie visible de nuestro satélite y que luego se reflejan hasta llegar a nosotros.
Así funciona la reflexión de la luz
Pero para comprender cómo la luz se refleja necesitamos explicar su proceso de reflexión. Se trata del cambio de dirección de una onda de luz, que, al entrar en contacto con la superficie de separación entre dos medios cambiantes (en la imagen, la luz entra en contacto con el agua), regresa al medio donde se originó, formando un ángulo igual al de la luz incidente. Gracias a la reflexión, las imágenes pueden reflejarse no solo en la superficie del agua, sino también en un suelo muy brillante o, cómo no, en un espejo.
Ahora bien, no se ve igual un objeto reflejado en una lámina de agua que en un espejo contemporáneo (matizo esto porque los espejos del Antiguo Egipto no eran precisamente como los actuales). Los objetos absorben parte de la luz que choca con ellos -dejando menos luz que reflejar-, pero hay materiales, como ciertos metales, que son capaces de reflejar una gran parte de la luz que rebota en ellos. Un ejemplo es el aluminio (y también la plata), que se utiliza para fabricar los espejos domésticos. Estos llevan, además, una cubierta de vidrio para proteger el metal y hacer que el espejo dure más.
Del espejo al cerebro
Eso sí, no basta con utilizar ciertos metales. Para que la luz se refleje con semejante precisión, la superficie debe estar muy pulida, sin rugosidades para evitar que la luz salga por un sitio distinto. Solo así puede reflejarse con el mismo ángulo con el que chocó en el espejo. Dicho de otra forma, solo así podremos ver una imagen prácticamente idéntica.
Luego el resto del trabajo lo hacen nuestros ojos (que reciben el estímulo luminoso) y el cerebro, que decodifica ese estímulo y reconstruye la información recibida, componiendo la imagen reflejada.
Los selfies de Instagram no son solo una forma de socializar, de expresar lo mucho que nos gustamos o incluso, dirán algunas personas, de frivolizar. Son, también, una manera de mostrar cómo nos relacionamos con la luz y con nuestro entorno. Son una parte de la física que rige nuestras vidas.
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